Llevamos tiempo contándote varios aspectos de cómo la imagen no es exclusiva de la percepción, ni del cuerpo, e incluso tampoco de nuestro inconsciente.

La Imagen se convierte en agente de cambio cuando tenemos en cuenta que es una herramienta global, analógica, que opera en el consciente y en el inconsciente, que está vinculada a nuestra identidad, al cuerpo y a la apariencia.

En una ocasión escuché a un Morfopsicólogo decir que no podemos esconder nada; el cuerpo lo dice todo, el rostro lo afirma, aunque inventemos mil y una artimañas para «parecer» otra cosa.

Quiero contarte hoy un ejemplo de cómo una de las emociones básicas que más conocemos puede manifestarte en las 3 dimensiones y en el estilo de vida. Hoy el miedo, o quizá el terror…a ser uno mismo.

Comparto contigo un ejemplo que he acompañado.

Hace un tiempo, un cliente acudió a verme con el motivo de mejorar sus relaciones personales y realizar un proceso de Coaching de Imagen de dentro a fuera».

Su compromiso era muy alto y quería obtener resultados lo antes posible. Gran impulso aunque poco compromiso con un cambio real.

Tras intercambiar impresiones e información sobre en qué consiste esta disciplina y cuál era su objetivo, nos pusimos en marcha. Observamos juntos su tensión en la mandíbula y bruxismo nocturno, cuerpo encorvado, tartamudeo puntual y una clara dependencia de las tendencias de moda y la necesidad apremiante de mantener un «aspecto juvenil» pasados los 40 años.

De la parte más física como el bruxismo, sabemos que está relacionada con la emoción de emoción de enfado o más concretamente de la carga emocional de rabia que no había podido expresar. El cuerpo encorvado en su caso no era falta de hacer pilates sino que provenía de la necesidad de protegerse por entender el entorno como hostil.

Una vez establecida la meta, y qué significaría el éxito para esta persona, surgió el «miedo a mirar». A veces no es bonito mirar la parte oscura y el auto-sabotaje que uno mismo se aplica, duele y como un músculo, a veces….crecer duele. Sobre todo hacerse uno mismo responsable a nivel global de todo lo que creas.

¡Qué pena! dijo, y también «no puedo», abandonó. La ira y el miedo se combinaron para hacerle sentir la dinámica lucha-huída tan usual en sus últimos años.

Aún conociendo el terrible «crítico interno» que le ponía el hacha en el cuello todos los días, una relación de pareja erosionada por su actitud y el afán de dedicarse a una profesión de ayuda sin ayudarse a sí mismo, hicieron «crack» en su mente y reforzó su patrón de evasión y búsqueda de justificaciones relacionadas con «los demás».

Y es la mente, el «ruido tóxico» que también nos lleva a ser orgullosos incluso necesitando más ayuda que nunca, por no estar disponibles para observar el «terror interno».

Pasar por encima de nosotros por no querer aceptarnos, hacer daño a los demás y al entorno con tal de mantener un personaje…a veces lo que más nos duele curiosamente resulta cómodo y se proyecta en un imagen de inconformismo y crítica devastadora hacia el exterior.

Esa es la pasta, esa es la imagen global que va desde el discurso a la prenda de, a veces, nuestras «pobres almas en desgracia», que buscan soluciones mágicas, como quien pide a la bruja la ayuda definitiva para no hacerlo nosotros mismos, para ser príncipes y princesas de un cuento horrible.

Entonces el conflicto nos rodea dentro y fuera, apegándonos como en el síndrome de Estocolmo, a nuestro secuestrador emocional: nosotros mismos.

La apariencia externa se apoyaba en una indumentaria de tendencia, complementos llamativos y un estilo seductor que distaba mucho de su perfil introvertido. La obsesión con la moda como parapeto le daba la distancia ideal para poder seguir encerrado en su conflicto.

Una vez una amiga me dijo con segundas una gran frase: ¿sabes cómo se quita el Miedo?, enfrentándolo.

Desde la Inteligencia Emocional sabemos que el miedo nos avisa de los recursos que nos faltan; si los detectamos ya tenemos el primer paso para salir adelante de nuestras cargas emocionales.

Si sientes miedo, ¿qué recursos crees que te faltan? ¿a qué temes? ¿cómo puedes apoyarte en fortalezas que ya tienes para salir de ahí?

Si has pasado mucho tiempo así…¿Cuánto tiempo más quieres seguir así?

¿Te compensa protegerte en la apariencia?

Salir de la zona de confort supone un esfuerzo, pero merece la pena.

Comparte tus impresiones con nosotros

Un abrazo

Domingo Delgado

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