El éxito de tus sesiones depende de muchas cosas pero sobre todo se saber posicionarse con el cliente en función de su demanda, sus obstáculos, deseos y aspiraciones.

Existen todo tipo de obstáculos que te puedes encontrar en el desarrollo de tu trabajo. Hoy comparto contigo alguno de los frenos que pueden estar impidiendo tu excelencia profesional:

1. Tener Intención y expectativas del cliente:

Cuando aprendemos a hacer coaching en cualquier de sus especialidades tenemos muchas ganas de ponerlo en práctica y nos gustaría obtener resultados brillantes y ayudar a las personas a cambiar su vida desde el principio.

Para ser maestro hay que pasar por mucho aprendizaje y lamentablemente las primeras sesiones no serán las mejores que harás en tu carrera.

Una de las claves que se enseñan en todas las escuelas es: no tener intención de que tu coachee cambie y gestionar tus expectativas: si las tienes, cuando termine el proceso y no se cumplan tal como tenías en tu mente, generarás frustración.

Dejar de tener expectativas es un buen lugar para actuar como profesional porque permitimos que se dé el proceso con el cliente a su ritmo y sin intención concreta de obtener resultados.

2. Estar pensando qué vas a preguntar mientras tu cliente comparte:

El miedo a no saber qué hacer a cada momento me lo encuentro mucho en los Coaches de Imagen Principiantes nóveles.

Y es normal porque toda formación tiene una parte técnica, que después hay que soltar

La llave de este tipo de trabajo son las preguntas y con la práctica verás que te pondrás a hacerlas sin estar pendiente del manual. Con esto no quiero decir que pierdas el rigor, sino que trabajes una intuición basada en la escucha profunda y la experiencia, más que en las secuencias «paquetizadas» de preguntas poderosas: el poder, está en la persona.

Y lo mismo con el resto de técnicas: interiorízalas para luego usar las que mejor te fluyan.

3. «Él no sabe, a ver si lo ve» – Ponerse por encima

Además del lenguaje verbal hay cerca de un 85% de comunicación no verbal e inconsciente.

En este caso lo digo porque la posición emocional del coach influye de manera indirecta. Si estás nervioso/a o sientes tensión y estás pendiente de «a ver si lo ve», afecta negativamente a la relación (aparte de ser una expectativa).

Cuando adoptamos una actitud neutra, estamos abiertos, disponibles y en conexión, lo único que sentirás será la empatía por el cliente. Si sientes que te hace de espejo o son cosas tuyas, apárcalas en el momento y revísate luego para estar seguro que no te proyectas en el cliente y estás usando la experiencia inconscientemente para hablar contigo mismo.

4. Obsesión por la técnica

¿Qué herramienta uso? ¿En qué momento es adecuada?

Todo esto está muy bien en la preparación de las sesiones, lo que pasa es que una vez dentro puede volverte racional y robótico a la hora de actuar.

En la dinámica de las sesiones se produce un diálogo que sólo es la punta del iceberg, detrás de cada palabra, gesto o compartir hay mucha más información que no vemos a simple vista.

Las técnicas son recursos útiles pero el mayor activo es tu cliente 🙂

5. Dar lecciones intelectuales o espirituales

Una cosa es dar feedback y otra es ponerse a dar clase. Hablar sólo de ti y querer mostrar a tu cliente cómo son las cosas no es una relación de apoyo. Hay que distinguir muy bien que el cliente no viene a un curso sino a trabajarse a sí mismo mediante su auto-cuestionamiento.

Tus comentarios sobre ti y tu punto de vista pueden ser útiles en momentos muy concretos, para crear vínculo emocional o usarlo como reencuadre pero no como marco de actuación.

6. Querer «Salvar al cliente»:

Hay casos en los que las sesiones no avanzan, se encasquillan o directamente no funcionan y en algunas personas suscita el impulso de querer mostrar al otro lo que no ve por si mismo. Esto es un riesgo muy alto…

Si notas que tienes un impulso «salvador» date cuenta de que esta intención puede hacerte tener una opinión sobre el cliente como si él no tuviese los recursos suficientes y si tú no le empujas no lo logrará: Cuidado…

El respeto por el cliente, las decisiones que toma y cómo desea vivir su proceso está por encima de ir a rescatarle.

Las personas se salvan a sí mismas 🙂

Creo que uno de los aprendizajes más potentes de esta profesión es que algún cliente abandone los servicios por el motivo que sea. En ésos momentos sentirás un impacto curioso; si estás comprometido revisarás qué ha pasado, preguntarás a tu cliente si puedes ayudarle de otra manera, harás un chequeo de todo lo ocurrido o incluso le ofrecerás otras alternativas, pero hasta aquí.

Cultiva el desapego y el apoyo incondicional y desinteresado del marco profesional.

7. Perfeccionismo

«Lo perfecto es enemigo de lo bueno» y a veces nos refugiamos en ello para vendernos la imagen de alguien que se esfuerza y quiere lo mejor para sus clientes.

Nada más lejos de la realidad, he visto en sesiones como incluso los propios errores del planning o aplicación de tal o cuál técnica dan lugar a una experiencia mucho más reveladora que repetir los pasos como un loro.

El perfeccionismo es paralizante y contrariamente a lo que se piensa: con esta actitud se consiguen menos resultados que sin ella, se genera torpeza y culpa

Si sólo miras lo que está mal no tendrás sensación de logro y transferirás a tus clientes una sensación de incapacidad si no llegan a tus «estándares».

Pasar el marco fracaso al marco aprendizaje es mucho más enriquecedor.

8. Miedo a preguntar por los conflictos y mirar sólo las fortalezas

A veces pasamos de puntillas alrededor del conflicto del cliente.

Es más fácil resolver problemas pequeños e ir poco a poco pero si ya está en la mesa el obstáculo fundamental que impide crecer al cliente, hay que darle un lugar y hacerle espejo asertivamente y sin tapujos de lo que ha venido a trabajar.

Las fortalezas del cliente son las que le harán crecer y lo que en general queremos desarrollar todos. Pero poner el foco sólo en ellas puede hacernos caer en el reconocimiento constante y  alimentar el Ego.

Las limitaciones son hermosas puertas al aprendizaje y superarlas puede terminar en descubrir, fortalezas aún desconocidas, piénsalo.

9. Proyectar tu Imagen Ideal en el Cliente

Cuando te haces una idea de cómo es la vida del cliente, qué es lo que busca según tu criterio y cómo podría avanzar en su vida gracias a las estrategias que le puedas presentar, básicamente es una interpretación de su realidad y podemos meter la pata.

Cuando ocurra no te lastimes, estás aprendiendo y si te encuentras con ello: ¡bienvenido sea que lo hayas descubierto! Vete a tu libreta de «trabajo personal» y date cuenta que lo que pones en el cliente que no es suyo y cambia el foco de dirección.

10. Tener el foco en ti

En resumen, la posición de servicio a los demás no es fácil, es un recorrido que parte de la persona que es el cliente, de quien eres tú y del vaso comunicante: la relación profesional de apoyo.

Ponerse al servicio no es degradarse, ponerse por debajo o ser servil. Es una experiencia de entrega impecable, neutra y ser útil. ¿Cómo?

Si de alguna manera tu instinto te trajo a este tipo de profesión, debajo habrá un «para qué», un sentido, una búsqueda de tu propósito. Por ponerte un ejemplo, será distinto «hacer sesiones de coaching» que «querer contribuir al cambio en el mundo»…

¿Cuál es tu para qué?

¿Qué otros frenos conoces que impidan hacer sesiones más eficaces?

Compártelo más abajo en los comentarios.

Me encantará leerte.

Un abrazo

Domingo Delgado

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